LOS PUEBLOS ORIGINARIOS EN NUESTRA TIERRA
Por Stella Maris Ferradás
INTRODUCCIÓN
El siguiente trabajo se realizará con materiales aportados por la cátedra y girará en torno a interrogantes que se responderán a partir de párrafos extractados de diferentes autores, música actual, historia oral, etcétera.
El objetivo a alcanzar tiene que ver con la búsqueda de la identidad, las diferencias entre el folklore y la etnología; la civilización, la educación, la revalorización del otro y la voluntad de superación de aquellos a los cuales fueron los hombres blancos quienes les encontraron grandes diferencias. La costumbre nos hace seguir llamándolos aborígenes.
Por eso se hace necesario mostrar nuevamente las razones por las cuales estos pueblos distintos, que fueron alguna vez los dueños de la tierra que habitamos y que deberían ser los verdaderos herederos de ella se encuentran todavía apartados, sintiendo como una afrenta las distintas formas con que el hombre blanco los denomina: “indios”; no, porque no son habitantes de la India;” indígenas”; no, porque proviene de la misma raíz; “aborígenes”; no, porque en algún sentido significa menos que hombre o subhumano; entonces pues se llaman a sí mismos originarios ( mapuches, tobas, kollas, wichis, guaraníes, etc.).
Acaso hoy menos discriminados que antes pero no todavía suficientemente reconocidos dado que olvidamos en América que tanto San Martín, como Bolívar o Artigas lucharon por el amor entre hermanos para lograr la verdadera unidad.
También es cierto que estos pueblos han transitado un largo camino que en muchos casos favorecieron y aumentaron su experiencia permitiéndoles mirar la vida desde un ángulo de esperanza que en muchos casos el hombre blanco ya perdió.
¿Por qué?
“La despoblación en todas partes obedece a múltiples factores, que varían según el lugar y el tipo de población.
En las regiones indígenas, hay que tener en cuenta que ya existe una población estable arraigada desde hace siglos y que se mantiene allí, no porque obtenga beneficios económicos, sino porque es su tierra.”. Sixto Vázquez (1)
-No se que hacen ustedes aquí- les sermoneaba: -Aquí no se puede vivir como la gente… ” Sixto Vázquez. (2)
Esto les decía un maestro de La Puna a sus alumnos, es repetida historia para todos los niños de nuestro norte argentino, luego se asombran cuando se van buscando una realidad que no les pertenece.
Los jóvenes emigran no sólo porque les enseñan así en la escuela. Toda la cultura de las provincias del noroeste argentino se va perdiendo abandonada por las nuevas generaciones que no encuentran solidez en las formas del quehacer de sus mayores.
La escuela del lugar no los capacita para responder a las necesidades del sitio que habitan y lo peor es que en muchos casos se niegan a aceptar la didáctica que los favorecería.
Los senderos de la memoria del pueblo no son uniformes pero se hacen más intrincados cuando los desvalorizan los mismos que deberían elevarlos; y aquí esta memoria elevada y sostenida hace al folklore, que en definitiva es la historia, no siempre escrita pero al fin historia de los pueblos.
Es verdad que la despoblación obedece a múltiples factores, tal vez en muchos casos ya no están los mayores, aquellos capacitados para trasladar el saber de la tierra y los que quedaron están cansados o nadie los escucha con el interés que necesitarían para no sentirse relegados u olvidados.
“Folklore no existe más que en los pueblos civilizados. Los usos, técnicas, prácticas, creencias y producciones artísticas de los pueblos no civilizados corresponden a la etnología.” Según el decir de Raffaele Corso, folklorista italiano, humildemente yo me pregunto ¿qué es ser civilizados?; ¿solamente los extranjeros lo son?, o bien ¿sólo los pueblos que cuentan en su haber miles de años por escrito pueden llamarse así?
En nuestro país la educación siempre sostenida por el dinero de los más poderosos, solventada por el Estado y utilizada por él para formar ciudadanos que sirvieran en las nuevas tierras; despreció desde su mismo nacimiento a los que llamaron “incivilizados”, aquellos que existían aquí antes de la conquista, es más hasta los obvió, esto es, los tomó como inexistentes.
Según unos versos muy conocidos que pertenecen a José Hernández, “la Pampa tiene el ombú…” ¿y al indio?
Se realizó la “campaña al desierto”… con mucho éxito para el ejército argentino, ¿y el indio, aquel que vivía en esas tierras sureñas?
Alguien dijo ya muy en nuestros días: … ¡en mi país no hay indios! Y cuando viajó por Alemania, fueron los mismos alemanes los que le hicieron ver la realidad del norte argentino, desayunándose allí de que aún existen algunos, pero de que jamás los había visto desde Buenos Aires, o no los habría querido ver.
Ya desde la escuela nos van diciendo pequeñas frases que calan hondo sin que nos demos cuenta: … Hagan un mapa y escriban los nombres de las tribus que existían en nuestro país. ¿Es que existía alguna? Se preguntan los chicos, y ¿qué pasó, qué fue lo que les sucedió?...
Aquí comienza la verdadera historia que pocos se atreven a contar pues deberían incluir en ella el desprecio y abandono a los cuales los hemos confinado. Desde el punto y momento en que el aborigen era considerado sólo una bestia de trabajo, incapaz de realizar una cosa por altruismo, o para mejorar su situación de vida, incapaz de sentir algo de amor a las cosas bellas, a la música o la poesía.
Por lo tanto se tornaba muy peligroso e innecesario que lograra leer, o que escribiera. Podía llegar a ser músico tal vez, eso no sorprendía tanto ya que muchos habían demostrado que eso era factible para su utilización, pero no escritor, les quedaba definitivamente vedado.
Era mejor que siempre fueran considerados dentro de las culturas ágrafas, molestaban menos, puesto que la literatura procura un pensamiento crítico o no, de la sociedad en la que vivían y esto podía perjudicar la dominación que estaban ejerciendo los conquistadores.
“Los pocos indígenas que revelaban aptitud para escribir, inmediatamente eran derivados hacia la carrera eclesiástica o sino, se les hacía un verdadero lavado de cerebro para que no se sintieran indígenas, sino mestizos o blancos- mentalmente-.”
Sixto Vázquez (3)
Es por eso que un indígena tras arduos esfuerzos por capacitarse o adquirir conocimientos sobre alguna materia que supuestamente atañe sólo al blanco jamás llegará a sentirse si mismo, al contrario deberá convertirse en otro, porque por muchos años es lo que le inculcaron.
Que la literatura estuviera en manos de familias principales o de la iglesia, quizá ha hecho que se produzca el sincretismo que aún hoy prevalece fuertemente arraigado entre los aborígenes, pues ocultaron lo que eran y en lo que creían para no ser apartados violentamente de sus dioses, de sus imágenes, de sus raíces. De todas formas nunca fueron integrados a la sociedad, no constituyeron parte de ella, como tantas otras naciones, por desconocimiento recibieron el racismo, que al decir de don Arturo Jauretche, es una forma frecuente de la tilinguería.
“La tilinguería racista no es de ahora y tiene la tradición histórica de todo el liberalismo. Su padre más conocido es Sarmiento, y ese racismo está contenido implícitamente en el pueril dilema de “civilización y barbarie”. Todo lo respetable es del norte de Europa y lo intolerable español o americano, mayormente sí mestizo…”Jauretche Arturo. (4)
Yo diría, mucho peor sí autóctono, olvidado, vilipendiado, tomado como bestia, incapaz.
Se pensó y se incentivó la inmigración esperando que estas tierras olvidadas, que parecían deshabitadas fueran hechas florecer por el inmigrante, no se pensó que ellos conservarían el amor por la tierra que dejaron y que, a su vez, sus hijos serían mitad argentinos y mitad europeos, con todas las consecuencias que son de imaginar y que aún hoy se ven en nuestro suelo.
Recuerdo una anécdota familiar que viene muy al caso, mi suegro que era descendiente de italianos, no habló español hasta que tubo seis años y entró en la escuela, porque sus padres no querían que olvidara de donde provenían. Esto no pasó con los argentinos naturales, ellos sí, era mejor que se olvidaran quienes eran.
En su mayoría los argentinos no nos sumergimos en el universo aborigen, podría decirse así, que coexisten y coexistieron dos sistemas de vida diferentes. Ni uno, ni otro pueden pensar que es posible por ejemplo el camino de la política para alguien perteneciente a los pueblos originales y que suceda aquí lo que sucedió en Bolivia en estos últimos meses, aún hoy este es un camino vedado.
Según Joaquín Víctor González, escritor argentino nacido en la provincia de La Rioja, entre las razas que ocuparon lo que hoy es nuestro país, es indudable que ninguna dejó huellas más vivas de su tradición y de su historia que la gran nación quechua, y esto debido a las crónicas minuciosas que nos dejaron los primeros exploradores, y aún a que fue ella la que más señales, dejó en su tierra de su genio y de su cultura.
“Ninguna como ella presenta mayor unidad y consistencia en sus hechos, y aunque sus noticias ciertas no se remontan más allá del siglo XIV, se ve que su historia comienza en aquella época, aunque con todas las nebulosidades de que los pueblos nacientes rodean los comienzos de su existencia”. Joaquín V. González. (5)
Por la naturaleza de sus leyendas podríamos deducir que forman una humanidad distinta, con su génesis, sus mitos, sus primitivos ensayos sociales, hasta presentar los primeros hechos históricos que pueden continuarse después en orden cronológico hasta la conquista, período en que la historia se apodera de ella hasta nuestros días; y aunque no es mi intento detenerme a discutir la exactitud de los orígenes que ellos se atribuyen a semejanza de los indios de Asia, de los egipcios, de los germanos, de los hebreos, de los griegos, pienso que la tradición existe y que debe restaurarse, comenzando por reunir en un conjunto sistemado y uniforme, todas las narraciones ya míticas, ya positivas que, enunciadas por los primeros cronistas de Indias, no han sido aún desarrolladas, ni llenados los vacíos que se advierten en la sucesión de los períodos de su vida. Joaquín V. González y A. Ponce. (6)
Como puede verse, alguien que conocía de cerca la cultura del norte argentino, habla de la importancia y necesidad de levantarla para su estudio y total conocimiento de manera que llegue lo más consistente posible hasta nuestros días. ¿Por qué sería esto así? Se hace imprescindible para que podamos conocerla y no dejarla de lado como fuente de lo que fuimos antes de la conquista y de lo que todavía podemos llegar a ser.
Como pueblo nos debemos esto, no se concibe que aún hoy alguien pueda decir que no existen aborígenes en nuestro país, no es posible que sigan diciéndoles que no sirven más que para morirse olvidados en donde pertenecen o que deben cambiar adaptándose a nuestras costumbres porque son mejores, porque son más lindas.
En la sociedad en la cual vivimos nosotros no hay espacio para la otredad, acostumbrados como nos tienen a los no lugares, es difícil comprender a quienes aman un lugar por más triste y solitario que nos parezca y quieran vivir y morir en ese lugar.
No podemos comprender la lucha denostada que realizan cada día para sobrevivir a veces sin agua y a veces con mucha. A veces con comida, a veces sin ella. Nunca con el confort de Buenos Aires, nunca con la mirada triste que nos imprime este río color marrón.
Como dice una canción de León Gieco: “…En Buenos Aires los zapatos son modernos, pero no lucen como en la plaza del pueblo…”, y no, que van a lucir si aquí todos tienen lo mismo y a nadie lo importa mucho el que no tiene nada, jamás se levantará una cortina para mirar como se muere de hambre el vecino; jamás se podrá pensar que lo que le pasa al otro hoy puede pasarme mañana. (7)
Nuevamente la tilinguería racista nos alinea con los tilingos aunque en muchos casos también a nosotros nos separan los “civilizados”, porque estamos aún muy lejos de descubrir lo dependiente que somos, lo pocos libres que somos aferrándonos a una falsa imagen de bonanza que no nos pertenece.
Nosotros les decimos a ellos indios brutos, ellos pueden decirnos a nosotros pobres ilusos, se conforman con un cielo negro de humo y ni siquiera pueden contemplar las estrellas con su verdadera luminosidad.
En los últimos días llegó a mis manos una nota aparecida en la revista dominical del diario Clarín, del día 2 de julio de 2006, cuyo autor es Martín Caparrós, que corrobora de alguna manera lo que vengo diciendo. El título de la nota dice textualmente “Arriba las Mujeres”, y hasta ahora es muy poco lo que dije específicamente sobre ellas. Sin embargo hay que tener en cuenta que si el aborigen hombre ha quedado relegado de la historia, con las mujeres es mayor el grado de tilinguería racista. En esta nota se demuestra como puede cambiar el panorama de toda una comunidad con sólo darles una pequeña mano y salir de la estructura de pensamiento que ya esta impuesta a través de los siglos. (8)
Rosario Quispe es la presidenta de la fundación Warmi Sayajsunqo o Mujeres Perseverantes, ubicada en Abra Pampa, y cuenta como ha sido su vida desde que en el año 1980, cerraron las minas en las que trabajaba casi todo el pueblo.
Allí, dice, comenzaron a ver que podían hacer las mujeres ya que los maridos no estaban pues se habían alejado en busca de trabajo hacia el sur. Se le ocurrió, según ella misma cuenta, hacer una asociación de mujeres para sobrevivir y empezaron a trabajar en el año 1994 mandando proyectos a todos lados, les contestaban que Argentina era un país del primer mundo y no recibían nada. Más tarde comenzaron a capacitarse y conseguir algunas cosas.
“La Warmi siempre tuvo el apoyo de la iglesia- a través del obispo de Humahuaca, Pedro Olmedo, progre y español-, que les dio formación y contactos”.
Como se ve una ayuda mínima si se quiere llamar así, pero al menos alguien se ocupaba no solamente se preocupaba.
Trabajaban con artesanías, cosiendo, hilando y vendiendo en Jujuy lo que realizaban, pero eran pocos los que se ocupaban especialmente los políticos los cuales en nada contribuían. Para el ´97 ya contaban con trescientas integrantes, y al ser año de elecciones aparecieron algunas cositas, como el dinero que les dio la Nación para un proyecto de salud, pudiendo levantar con sus propias manos un salón que les sirvió además para reunirse.
En 1997 la Cumbre Mundial de Mujeres las premió, haciéndose conocidas para mucha gente comenzaron a andar mejor sus cosas. El millonario Suizo Schmidtheiny las favoreció con una donación que cambió de manera sustancial sus expectativas.
Hoy funcionan en noventa comunidades de la Puna, los microcréditos, que son préstamos de dinero a comisiones armadas como la comunidad quiere, con el único requisito de que por lo menos la mitad del grupo este integrado por mujeres, administrando el dinero de acuerdo a las necesidades de cada grupo, invirtiendo en pasturas, animales, telares, un colectivo, cooperativas y hasta sembrado de truchas en un embalse.
Como se desprende de la lectura es amplísima la gama de actividades que llegaron a poner en práctica y todas ellas están superándose a si mismas cada día.
La misma Rosario hace ver como se sienten ellos frente a algunas personas que intentan beneficiarse con lo aborigen:
“Esto de las comunidades aborígenes ahora se vende y se compra. Hoy todo el mundo quiere ser indio, muchos aprenden a vivir de eso {…} yo no me disfrazo, {…} Yo nuestra historia la llevo de mochila para no olvidarme lo que nos ha pasado, nada más, pero yo quiero que mis hijos aprendan computación, quiero que sean empresarios, no me voy a quedar en los quinientos años de resentimiento”.
Esa actitud es la que le falta al hombre blanco me pregunto ¿cuando aprenderemos?, me parece que ellos recuperaron la voluntad y nosotros todavía no entendimos nada.
BIBLIOGRAFÍA
1.- Sixto Vázquez, Indio Manual, Segunda edición, Humahuaca, Argentina, Pág. 24.
2.- Sixto Vázquez, Indio Manual, Segunda edición, Humahuaca, Argentina, Pág. 22.
3.- Sixto Vázquez, Indio Manual, Segunda edición, Humahuaca, Argentina, Pág.17
4.- Jauretche Arturo, El medio pelo en la sociedad argentina, A. Peña Lillo, Bs. As., Argentina.
5.- Joaquín V. González y A. Ponce, El ensayo de interpretación (1910-1930) antología, Centro Editor de América Latina, 1980.
6.- Joaquín V. González y A. Ponce, El ensayo de interpretación (1910-1930) antología, Centro Editor de América Latina, 1980.
7.- León Gieco, Canción para Carito, Buenos Aires, Argentina.
8.- Caparrós Martín, Arriba las mujeres, Clarín, 2 de julio de 2006.
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