viernes, agosto 04, 2006

Recuerdos del '55

También nosotros, en 1955 tuvimos que cambiar de nombres, ocultar nuestra identidad, hablar por señas como los sordomudos. La delación era la industria mas poderosa que había levantado la Libertadora. La ciudad tenía orejas enormes y los que andábamos por las calles no podíamos decir nuestros nombres pues todos teníamos captura recomendada y el país entero estaba a las órdenes del Poder Ejecutivo. Y entonces para escapar a la captura, para burlar a la policía y para guardar nuestro secreto, todos los que andábamos en la lucha cambiamos de nombre como los cuatro jinetes de la epopeya. Tuvimos que abandonar nuestros hogares, esconder nuestra identidad y llamarnos por nombres supuestos. Así yo, por ejemplo, me llamaba Salvador Moreno. Por qué Salvador Moreno? Porque cuando ya la policía estaba a las puertas de mi casa, un vecino y amigo, Adolfo Romano, me entregó una llave y un plano de una casita que tenía en Moreno y me dijo "Váyase, váyase; allí cerca hay un amigo que se llama Adolfo Rallo .... Allí la pasará bien; no se entregue a estos degenerados..." Y tenía razón Romano; me fui a Moreno y Moreno me salvó; de ahí mi nombre de clandestinidad, Salvador Moreno. Cuando pude entrar a la ciudad y recorrer de incógnito sus calles, un día me encontré con un gran amigo que escondía su incógnito detrás de unos lentes ahumados. Verlo y emocionarme fue todo uno; con él habíamos luchado en la Cámara de Diputados y en varios entreveros. Yo hubiera querido gritar su nombre en aquellos momentos; pero me acordé que toda la ciudad era orejas y delación y ojos que se abrían desmesurados. Tomé las debidas precauciones. Me acerqué, casi distraídamente, le toqué el brazo y le dije: Soy Salvador Moreno, y Ud...cómo se llama? Amado olmos-que éste era el amigo- me miró sonriendo, me reconoció en el acto y me dijo: "Yo soy Loreto, mucho gusto!"- "El gusto es mío, Loreto"... y nos estrechamos las manos en un cordial apretón.Desde entonces anduvimos juntos en reuniones clandestinas; él proyectando huelgas y levantamientos, revolucionario como era, yo, escribiendo versos y panfletos, poniendo mi parte en la revolución que pensábamos hacer. Nuestra amistad se acrecentó en ésa época y agrandamos el círculo de nuestros amigos. La amistad en esas circunstancias tiene algo de místico y sagrado. El amigo se juega por el amigo. Los mejores amigos, que aún conservo, los hice en aquella época. Y creo que para siempre.Recuerdo que de Moreno pasé a Malaver, recomendado a otro amigo que no me conocía, pero que cuando nos saludamos me dio la impresión que nos conocíamos de siempre. "Quique", le decíamos familiarmente y su nombre verdadero es Héctor González del Solar Hernández, quien resultó ser nieto carnal de Martín Fierro, pues la madre de "Quique" fue doña Isabel Hernández, la hija mayor de José Hernández. Qué me cuentan? No es providencial?... Los nietos espirituales de Martín Fierro llegábamos por esos vericuetos de la historia al "rancho" del nieto sanguíneo y a la vez espiritual de José Hernández. Porque "Quique" es criollo en sangre y alma. Nos identificamos de tal manera que su casa era mi casa y la casa de mis amigos. Vivía él en calle Paraguay, cerca del Bajo, y aquella residencia suya era nuestro punto de reunión en la noche larga de la proscripción sin nombre...Allí llegábamos burlando la vigilancia policial, Amado Olmos, Rafael Mario Coronel, Carlitos Soldani, algunos militares dados de baja y muchos otros que andaban sin techo... Allí velábamos (a veces literalmente, a la luz de una vela) y echábamos un trago de ginebra para sobrellevar nuestros sinsabores. Luego vino la conexión con otros grupos y con otros compañeros que conspiraban por su parte: Andrés Framini, Raúl Lagomarsino, el "viejo" Carnaglia; y especialmente con otros muchachos de Sanidad que estaban en permanente contacto con Olmos, tales como Claverie, Otto Calace, EduardoSeverino, Diego Centurión, que supieron mantenerse unidos, y gracias a lo cual recuperaron el gremio ni bien se presentó la primera oportunidad de una elección .....¡votos sobraron! Desde aquel entonces viene mi amistad con los muchachos de Sanidad, a cuyas filas me honro en pertenecer.

MIGUEL TEJADA
"MARTÍN FIERRO Y NOSOTROS LOS TRABAJADORES ARGENTINOS" Bs. As. 1972